Un buen deseo para ti....

Que el día más triste de tu futuro no sea peor que el día más feliz de tu pasado (antigua bendición irlandesa).

viernes, 12 de junio de 2009

En la Biblioteca.

Hace unos años asistí a unas jornadas de Bibliotecas escolares. Una de las noches, la bibliotecaria de Zuera (espero no equivocarme), nos contó este cuento. Me gustó tanto tanto que ahora quiero compartirlo contigo. Lo escribo de memoria (y ya no es la que era), así que espero ser fiel a su narración. Disfrútalo.

Abrazos pretos y besicos a puñaos.



EN LA BIBLIOTECA

Un día de este invierno, al salir de la biblioteca me pasó algo muy extraño. Como cada día, cerré las puertas cuando el último lector había salido. Debían ser alrededor de las nueve, así que era de noche cerrada.
Resulta que en mi biblioteca hay dos puertas: una es la puerta por la entra y sale la gente que viene a leer, y luego hay otra, mucho más pequeña, que está en el otro extremo, y que es por la que entro y salgo yo al abrir o cerrar la biblioteca. Lo malo de esa puerta es que no hay ni un sola luz que ilumine esa zona de la sala, así que siempre lo recorro a ciegas. Ése día no fue diferente a los demás, así que cuando el último lector se fue a casa, yo cerré esa puerta con llave, como hago todos los días, y fui apagando las luces, una a una. Después fui recorriendo la biblioteca a ciegas, así que iba muy despacio, para no tropezarme con ninguna de las mesas que hay para que la gente pueda leer con más comodidad.
El caso es que al fin llegué hasta la puerta por la que tenía que salir a la calle. Cuando iba a abrirla, cuando ya tenía la mano en el picaporte, escuché un ruido muy raro, algo así como: “aaaaaah”.
Me asusté, y mucho, no os voy a mentir. Después pensé:
- Pero ¿de qué te tienes miedo? Seguro que es alguien que se ha escondido para darte un susto y reírte de ti.
El caso es que me di la vuelta y empecé a buscar de dónde venía ese ruido. Llegué hasta la puerta de salida... y no vi a nadie. De repente, volví a escuchar el mismo ruido. Me di la vuelta corriendo y atravesé la sala infantil, pensando que algún niño se había quedado encerrado en el baño, y estaba aún más asustado que yo. Pero cuando estaba a punto de llegar a los baños, volví a oír ese ruido... y me di cuenta de que no venía de los baños. Sonaba como si hubiese alguien escondido debajo de una de las mesas de la sala de adultos.
Así que empecé a recorrer todas las mesas, una por una, mirando por debajo, buscando quién hacía ruido. De repente, debajo de una de las últimas mesas de la sala volvió a salir el mismo sonido, y cuando me agaché para sorprender al culpable, vi un bulto muy pequeño. Pensé que era un gatito o algún animalito, pero cuando me acerqué descubrí lo que era. Rápidamente me di la vuelta, agarré el libro más gordo que encontré, y "¡plaf!”, aplasté esa cosa.
Era una pena, una penita muy pequeña, que se había agazapado ahí, en un rincón de la biblioteca, escondida debajo de una mesa, esperando alguien a quien cazar. Ya sabéis que a las penas hay que matarlas antes de que crezcan, porque es muy difícil acabar con una pena cuando ya es muy grande.
Y eso hice yo; maté a esa pena, porque no quería que nadie estuviese triste por su culpa, y es lo que tenemos que hacer todos nosotros: matar a las penas mientras aún son pequeñas.

MORALEJA: LOS LIBROS MATAN LAS PENAS.


P.D.: Tanto me da si es un libro, una carta, o un comentario. Casi cualquier texto escrito hace el mismo papel. En mi caso las cartas van de perlas ;-P


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Hazlo más sencillo....