La de hoy es una entrada que lleva en el tintero ya 24 días. Sin embargo, y por razones obvias, hasta hoy no he podido encontrar el hueco para ponerme con ella y escribirla.... por la foto ya habrás entendido la razón.
Esta entrada es sin duda una de las más especiales que voy a escribir en este rinconcito mío. No sé si algún día habrá otra similar o si srá única.... tiempo al tiempo. Pero por ahora es probablemente la más bonita, la que más me ha costado escribir porque no acertaba a encontrar las palabras adecuadas. Allá va.
La noche del
martes 11 al miércoles 12 de junio me
desperté sobresaltada porque noté un chorrito de algo líquido saliendo de mí.
Fui al baño y no estaba segura de si había sido pis o que había roto aguas.
Como aún nos faltaba un mes para salir de cuentas “preferí” creer que era que
se me había escapado el pis pero como no me quedaba tranquila me puse una
compresa para controlar el tema y seguí durmiendo esperando a la mañana siguiente.
El día 12
tenía que hacerme los análisis de sangre y orina del tercer trimestre de
embarazo y además tenía cita con la tocóloga para hacerme el exudado. Cuando salí
de los análisis aún tenía más de media hora de espera por delante hasta la cita
con la tocóloga pero llevé el volante al mostrador, como siempre. Una vez allí
le dije a la persona que lo cogió mi duda de si se me había escapado el pis o
había roto aguas y enseguida me pasó al cuarto de monitores para que me
examinase una matrona. Enseguida se dio cuenta de que era una rotura clara de
bolsa, así que me dijo que llamase a mi marido para que me trajese la bolsa
porque ya no iba a salir del hospital hasta después de dar a luz (le había
dicho que había ido sola).
Llamé a casa
y le dije a Chabi lo que había. ¡Imaginaos el susto del pobre! Me pasaron a Urgencias para hacer el ingreso
y me subieron a la planta de Ginecología y Obstetricia, donde me metieron a una
habitación para ponerme el monitor. Mientras yo estaba allí me llamó Chabi para
ver dónde estaba y se lo expliqué. Por lo visto encontró el sitio porque al
cabo de un rato una de las enfermeras me dijo que ya había llegado. El latido de Darío era muy bueno pero las
contracciones brillaban por su ausencia y después de un buen rato enchufada al
monitor (¿una hora, tal vez?) me pasaron a que me viese una ginecóloga que dijo
que iban a dar tiempo para ver si el parto empezaba por sí mismo, y que si
pasadas unas horas no empezaba me lo tendrían que provocar porque es peligroso
estar más de 24 horas con la bolsa rota.
Me asignaron habitación, me cogieron vía y empezaron los goteros de
antibióticos.
Al poco rato
de estar en la habitación vino la matrona y me dijo lo mismo que la gine, que
iban a dar un poco de tiempo para que el trabajo de parto empezase sin ayuda.
Ella iba a estar hasta las 9 de la noche que acababa su turno y si notaba
alguna cosa “rara”, que la llamase que vendría a verme.
Comí, leí,
charré con Chabi, intenté dormir, y a las 6 de la tarde empecé a notar
claramente algo que pensé que podían ser contracciones pero que no me dolían
nada. Eran como una presión de dentro hacia fuera y desde arriba hasta abajo.
Vino la matrona con el monitor y allí estuve conectada una hora larga. Chabi y
yo podíamos escuchar el latido de nuestro niño y ver que efectivamente había
contracciones pero eran aún muy suaves. En cualquier caso, el trabajo de parto de
había iniciado espontáneamente y era cuestión de tiempo y de paciencia.
Así fueron
pasando las horas y en el cambio de turno la cosa empeoró porque la matrona que
sustituyó a la primera era todo lo peor que os podéis imaginar: desagradable en
el trato, nada empática y bruta…. muy bruta. Al examinarme cuando la llamé
porque las contracciones empezaban a molestarme decidió “ayudarme” y romperme
las membranas. El daño que me hizo fue enorme…. pero más daño me hizo el que se
enfadase por haber manchado la cama con el líquido que salió disparado. ¡Ni que
hubiese sido culpa mía!
Al poco
rato, hacia la 1 y media de la madrugada del jueves 13, las contracciones eran
súper dolorosas y cada minuto y medio. No me dolía la tripa, sino que sentía
que me iba a partir en dos por la columna. Volvimos a llamar a la matrona que
me examinó de nuevo y dijo que me pasaban a paritorios, a dilatación.
Entre
retorcimientos de dolor me llevaron allá, me pusieron la epidural , me
conectaron a monitores, y enseguida pude descansar. De vez en cuando venían las
matronas a examinarme y a sondarme pero el trato fue estupendo. Yo estaba ya
dilatada pero Darío no acababa de encajarse pero como sus constantes y
movimientos eran muy buenos que tampoco había prisa.
A las 7 me
dijeron que en un rato pasarían los ginecólogos y que si para entonces Darío no
se había encajado tendrían que ayudarme un poco. La cesárea estaba descartada
porque no había sufrimiento fetal pero eran ya muchas horas de parto y no
podíamos esperar más. Las opciones eran
parto instrumentalizado (fórceps o ventosa) o ayudarme con la maniobra de
Kristeller (empujar el útero desde arriba para ayudar al bebé a salir).
A pesar de
mi miedo a esa maniobra me decanté por ella antes que por los instrumentos y en
mi caso la decisión fue la mejor que pude tomar porque con una presión pequeña
el ginecólogo pudo encajar a Darío y en sólo 3 empujones más salió. Nació a las
8'10 de la mañana.
La primera
sensación que tuve fue de un gran vacío.
De repente no sentía nada dentro de mí…. pero pasó cuando me enseñaron a mi chiquitín,
fuerte como un toro y luchando con todas sus fuerzas por vivir.
Se lo
llevaron para taparlo porque no podía perder calor…. ¡era tan chiquitín! Lo
podíamos oír llorar desde la sala de al lado pero enseguida nos lo trajeron y
mientras acababa el parto con la expulsión de la placenta y el tiempo que
tardaron en limpiarme y coserme pudimos tener a nuestro bebé en brazos con
nosotros.
No pudimos
hacer piel con piel ni iniciar la lactancia allí mismo y además se lo llevaron
a nidos después, con lo que todo esto tuvo que esperar hasta 6 horas después
porque ni Darío podía salir de nidos (estaba en observación por prematuro,
aunque no necesitó incubadora ni cuidados especiales). ¿Qué efectos tuvo esto en el inicio de la lactancia?
Que nos costó muchas horas conseguir que Darío cogiese el pecho, entre otras
cosas porque le habían dado un biberón (o más, no quise ni preguntarlo) y
porque habían pasado esas dos primeras horas de alerta tan importantes en el recién nacido.
Durante
toda la tarde estuvo pidiendo teta y
sacaba dos goticas de calostro, importantísimo, pero escasas para el pobre. Ya
de madrugada, desesperados los dos (él de pedir y no conseguir y yo de darle y
que no sacase o que no consiguiese engancharse bien al pecho), lo desnudé y me
tumbé en la cama con él directamente sobre mi piel también desnuda para dejar
que fuese su instinto el que le guiara a mi pecho…. y a su alimento. Fue
entonces cuando puedo decir que empezó nuestra lactancia ya que a partir de ese
momento en que él encontró mi pecho sin más ayuda que la de su olfato empezó a
cogerse al pecho sin demasiados problemas.
No voy a
hablar de episiotomías ni de dolores de dilatación ni de contracciones…. Creo
que no merece la pena porque una vez que pude tener a mi bebé en brazos y pude
llorar de emoción todo eso se olvidó. Sé que lo pasé mal, sé que me dolió, pero
sé también que esas dos horas de dolor compensan con creces por lo que tengo
ahora en los brazos, mientras escribo esto.
Respecto a la lactancia materna, el camino no es fácil; muchas
veces cuando la leche tarda en subir, cuando el bebé llora de hambre y
frustración, cuando los pechos duelen irritados o por las grietas, la salida
fácil es darle un biberón (total, por uno….) pero merece la pena insistir y
aguantar un poco.
Eso sí, me habría gustado escuchar un consejo, sólo uno…. Sigue tu instinto y confía en él; te
aseguro que lo harás bien si te limitas a escuchar lo que te pide tu cuerpo. Y
disfruta de todo el proceso de parto. Es precioso.
A pesar de haber escrito esto, pienso que me es imposible describir el momento más especial de mi vida con menos
palabras…. y aún así siento que no he conseguido encontrar las palabras más
adecuadas, pero es tan difícil poner palabras a tanto sentimiento, a tanta
emoción….
Ahora Darío, la lentejilla, tiene casi un mes de vida y seguimos acostumbrándonos el uno al otro. El calor ha llegado de repente y están siendo unos días un poco malos porque el pobre tiene calor, tiene sed, tiene hambre... y todo lo solventa de la misma manera: en la teta de madre. A veces, sobre todo por la noche, se hace un poco cuesta arriba, pero luego pienso en el regalo que tengo en los brazos y ese "malestar", esa impaciencia hacia ese pedugo "mamoncete" (por aquello de que se pega medio día mamando) y llorón se pasa y sólo queda un tremendo sentimiento de amor hacia él.... y por supuesto hacia mi compañero en este viaje, sin el que esto no habría sido posible.
Sobre el tema porteo podría hablar también largo y tendido, pero creo que eso se merece otra entrada. Sólo te adelanto que es el mejor descubrimiento que hemos podido hacer. El peque disfruta y yo disfruto aún más. Eso sí, somos el blanco de todas las miradas allá por donde pasamos :-D
Abrazos pretos y besicos a puñaos. El pedugo me reclama.... otra vez.